Tenía miedo de vivir una “vida ordinaria”
Solía preocuparme porque mi vida era demasiado segura y no tomaba ningún riesgo; necesitaba algo diferente. Fue entonces cuando Dios me mostró algo nuevo…
Un miedo dentro de mí comenzó a desarrollarse poco a poco porque mi vida había sido “demasiado ordinaria.” Vivía demasiado seguro, no tomaba ningún riesgo y definitivamente sentía que no había hecho lo suficiente. Estaba descontento y tenía solo una vida ordinaria. Poco después comencé a tener pensamientos como mudarme a África por un año para tener “situaciones más difíciles” y pasar por lo que yo veía que eran verdaderas pruebas en la vida para superarlas. Me pregunté a mí mismo, ¿cómo podría Dios realmente poner Su sello en alguien que solo ha vivido una vida plana y ordinaria?
Sentía que nunca hacía lo suficiente para probarme a mí mismo, por lo tanto, esto causaba una carga que contaminaba la alegría que uno puede experimentar en la vida diaria. Era en realidad un gran peso, pero un tiempo después escuché algo que llevo a la luz a este miedo:
“La vida es solo como una pequeña mancha en el tiempo, y Dios tiene que hacer esta tremenda obra de transformación en este pequeño lapso que tiene.
Es Dios el que tiene que hacer esta obra en mí; Él tiene el control y quiere hacer algo con mi vida, ¡Su anhelo es que yo sea hecho conforme a la imagen de Su hijo! (Romanos 8:29). Mis ojos se abrieron realmente con esta luz y pude ver que a Dios le importa en gran manera realizar esta obra en mi interior. De hecho, Él ha planeado cada día y cada una de mis situaciones perfectamente solo para mí. Y en sí, ¡son las cosas “ordinarias” y mundanas de la vida las que exactamente pueden llevarme a toda la plenitud de Cristo! (Filipenses 2:13; Efesios 4:13).
Hay cosas en mi carne que no son como deberían de ser. Encuentro que en mi naturaleza hay cosas como la pereza, el egoísmo, la superficialidad. Ya sea que tenga circunstancias terrenales muy extremas o simplemente esté viviendo una vida tranquila, estas cosas se manifestarán de una u otra manera y tienen que ser limpiadas y reemplazadas con algo nuevo. Dios no requiere que tengamos circunstancias extremas para poder hacer esta obra en nosotros. En las situaciones cotidianas de la vida Él me muestra lo que mora en mi naturaleza y lo que necesito para vencerla.
Lavar los platos en lugar de acostarme en el sofá después de comer, o preguntar en verdad cómo les ha ido a otros, en lugar de seguir hablando de mis problemas y de lo que a mí me sucede una y otra vez, son un buen ejemplo. Alegrarse sinceramente por alguien que se va de vacaciones más seguido que yo, o que tal vez tiene una casa más grande o un mejor trabajo en lugar de amargarme o tener envidia, también es algo que puedo hacer. Todas estas cosas son simples elecciones que puedo tomar y una oportunidad de no hacer mi propia voluntad, sino de ser obediente cuando Dios me muestra algo que necesita cambiar en mi vida. Cuando me niego a mí mismo, entonces hago espacio para que Cristo me llene con Su vida y Sus virtudes. Una vida con las virtudes de Cristo es lo que hace que sea un cielo en la tierra.
La obra y el plan de Dios es llevarme a una vida muy gloriosa, por eso, puedo poner toda mi vida en Sus manos y no tener miedo de vivir una “vida ordinaria” que Él ha preparado para mí. Por mi parte, de lo que yo tengo que preocuparme es de mantenerme cerca de Él en todas mis situaciones para poder escuchar lo que me dice y para que pueda obedecer rápidamente.
Dios está entusiasmado por usar una “vida ordinaria” como la mía para hacer una obra completa de transformación. ¡Y esta vida está más allá de lo ordinario!
Escritura tomada de la Versión Reina-Valera 1960 © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988.