Diez lecciones que el cáncer me enseñó
¿Qué tanto control tenemos realmente sobre nuestras vidas? Lee el impresionante testimonio de Dave.
Tenía 46 años y ocho hijos cuando me diagnosticaron cáncer de esófago, uno de los peores tipos de cáncer en USA según las estadísticas de supervivencia. De un momento a toda mi vida cambio.
En los meses anteriores a esto las cosas habían ido muy bien. Acababa de terminar un Máster hace pocos meses, y como resultado me habían ascendido a un mejor puesto en el hospital donde trabajaba, ganando más dinero. Mi esposa y yo acabábamos de recibir a nuestro octavo hijo – un niño muy lindo y dulce. En la iglesia era lo más activo que podía. Por todos lados mi vida era ajetreada, pero a la vez satisfactoria, no hubiera deseado que fuera de otra manera.
Pero fue en marzo del 2007 me di cuenta de una serie de síntomas, como dificultad para tragar y el hipo. Todo esto era muy extraño, pero con el ritmo de mi vida en ese momento (siempre a 100 km/hr), casi no podía frenar para considerar tales cosas. Sin embargo los síntomas empeoraron: durante una semana no pude comer casi nada, pero me sentía completamente satisfecho, como si hubiera comido una gran cena de noche buena. Pedí una hora con mi doctor, y rápidamente fui diagnosticado con la etapa 3 del cáncer de esófago.
Resultó que esta extraña y terrible enfermedad tenía mucho que enseñarme.
¿Control? Es una ilusión
La primera lección tuvo que ver con el control. En un instante se me hizo muy claro que es una completa ilusión que tenemos control sobre nuestras vidas. No lo tenemos. Mi vida había cambiando de un instante a otro, de una manera completamente inesperada. Mi familia no tenía antecedentes de cáncer, el cáncer siempre era algo que otros tenían – yo no. Era como mi vida yendo hacia la izquierda y ahora Dios, con un simple movimiento de su mano, había cambiado por completo el curso hacia la derecha. Fue un giro de 180 grados, y esto fue la voluntad de Dios.
¿Cuánto tiempo dura una "neblina"?
Luego vino la lección de la muerte misma. Esta fue la segunda lección. En realidad somos muy frágiles, incluso en donde somos más fuertes, en Santiago 4:14 dice que nuestra vida es como una neblina. Sí, el primer tiempo después que me diagnosticaron sentí como que estaba suspendido entre el cielo y la tierra; todavía estaba en la tierra de los vivos, pero que ya no era más parte de estas personas, ya que la muerte me seguía los talones. La vida es corta, aprendí, muy corta, y cada día debe ser utilizado para el Señor.
"No mucho": Un pensamiento sensato
La tercera lección fue más bien un avivamiento. Cuando sientes que estás al borde de la eternidad, la vida vuelve a ti con gran detalle. Quedó bastante claro que para Dios lo único que importaba era la vida en Cristo a la cual había llegado hasta entonces. No tenía ningún significado lo que los demás pensaran de mí o lo que había hecho, o cuánto dinero había ganado, incluso todo lo bueno que había hecho. Él quería una cosa, y sólo una cosa: la vida de Cristo en mí, que llegara a ser como Jesús que recibiera sus virtudes. Así que tuve que preguntar: ¿cuánto era lo que había avanzado hasta ese momento? Me di cuenta que: no mucho. Este fue un juicio muy bueno que me hizo más sentato, y fue realmente un avivamiento para mí.
Sólo a través de la oración
Una semana después terminé yendo a través de una enorme operación de emergencia para extirpar el cáncer. Resultó que tenía un tumor del tamaño de un limón en mi parte superior del estómago. Mientras estaba acostado en la cama del hospital me dijeron que mi oportunidad de llegar a los cinco años de vida era alrededor de un diez a quince por ciento – y esto era si yo seguía adelante con las duras quimioterapias y los tratamientos de radiación que ellos tenían. De pronto me fue muy claro que si iba a sobrevivir, sólo sería a través de la oración. Esa fue mi cuarta lección: el poder de la oración. Jamás subestimes el poder de la oración. Este puede hacer milagros.
La vida no se trata de mí
También me fue muy claro que tenía que someterme a estos tratamientos, sin importar lo difícil o fuerte. Mientras estaba allí, me di cuenta de que con una esposa y ocho hijos, esto no se trataba solamente de mí. Sí, yo que casi nunca había estado enfermo en mi vida tendría que aceptar los tratamientos que me llevarían hasta las puertas de la muerte y me traerían de vuelta, y esto en realidad no era para mí mismo, sino para los demás. La vida no se trata de mí. Esa fue mi quinta lección.
Me siento muy amado
La sexta lección fue acerca de cuán amado me sentí tanto por mi familia y miembros de la iglesia. A menudo nos preocupamos por los demás, pero en realidad no somos tan buenos para expresarlo. Sin embargo, en mi caso muchas personas fueron capaces de demostrar que me amaban, tanto en palabra como en hechos. Recibí muchas tarjetas y correos electrónicos amables y con muchas buenas palabras, además de que muchos ayudaron a mi familia de manera práctica. Sorprendentemente, mientras mi tratamiento avanzaba y me hacía más y más débil, aquellas personas cristianas, fundadas en la Palabra de Dios, me daban exactamente la Palabra de Dios que necesitaba, y esto me mantuvo en marcha. Cómo sabían lo que necesitaba, no lo sé. A menudo sólo era un comentario en una conversación corta, y sólo el estímulo adecuado. Ellos probablemente no eran conscientes del efecto que tenían estas palabras, pero era enorme.
Si Dios quiere que reduzcas la velocidad, Él puede
Entonces tuve que aprender a someterme a la voluntad de Dios para con mi vida, siendo ésta la lección número siete. Me vino el pensamiento que Dios me quería en la cama del hospital a los 46 años de edad, por lo que debía estar allí todo el tiempo que Él lo dispusiera. Cada día me iban sacando un tubo (tenía ocho tubos que salían de mi cuerpo después de la operación), uno tras otro hasta que al fin fui realmente libre. En cuanto a mi situación, podría haber golpeado mi cabeza con un muro y echar humo por las orejas si hubiera querido, pero Dios quería hacer Su voluntad conmigo. Entregarme al plan de Dios con mi vida era la mejor elección. Así que aunque no era precisamente agradable estar en la cama del hospital, podía estar feliz. Y cuando Dios quisiera que me fuera de allí, entonces me iría, no antes.
La siguiente es una "subdivisión" de esta lección número siete: Si Dios quiere hacer que reduzcas la velocidad, Él lo puede hacer. Siempre fui una personalidad tipo A, con impulsos, objetivos y lleno de energía, tal vez demasiada. Cuando Dios quiere que tengas tiempo para la reflexión, Él puede hacer que te enfermes. Y así recibí entonces mucho tiempo para pensar, mucho tiempo.
"Las cosas que ayudan a bien" – esto no siempre es tan manifiesto
Entonces vino la lección número ocho: todas las cosas ayudan a bien, como dice Pablo en Romanos 8:28. Antes del cáncer probablemente habría dicho que lo mejor para mí habría sido ganar más dinero, o tener más tiempo con mi familia, o tener más horas de sueño (una cosa rara con tantos niños pequeños). Tener cáncer no estaba en mi lista sobre las cosas que me ayudan "a bien." Pero Dios en su infinita sabiduría, sabía que lo mejor para mí era tener esta terrible enfermedad. Esto me hizo ser más sobrio sobre todo lo que se trata la vida realmente, y además puso a mi familia y la comunión mucho más cerca, así que esto fue lo mejor.
¿Pruebas? Una cuestión de perspectiva
La lección número nueve tenía que ver con todas las pruebas que nos enfrentamos. Sí, quizás tenemos una prueba tan inmensa como que de camino al trabajo nuestro neumático se desinfla, o que llueve justo durante nuestro viaje de campamento el fin de semana, o que se nos da vuelta el vaso de bebida en la mesa de la cena. Estas parecen ser pruebas grandes en el momento, y ciertamente son pruebas, pero en realidad no son nada cuando se mira la vida en su conjunto. Cuando te encuentras en una cama de hospital luchando por tu vida; ésta es una prueba. Cuando estás vomitando, después haber sido envenenado (es decir, que acabas de recibir una inyección de quimioterapia en el cuerpo), ésta es una prueba. La lección número nueve se puede resumir en una palabra: perspectiva.
Estoy vivo
La lección número diez es muy simple: es bueno estar vivo, independiente si se rompe el auto o el techo gotea, o bien si incluso no hay ningún techo después de haber sido arrancado por un huracán. Solamente estoy agradecido de estar vivo. Eso es todo lo que necesito para tener un gran día.
A través de las situaciones de la vida Dios tiene mucho que enseñarnos, y está escrito que en la aflicción despertará nuestro oído (Job 36:15). Mis oídos se despertaron en esta situación de crisis. Fueron muy despiertos, y aunque la experiencia fue difícil, estoy eternamente agradecido por todas las lecciones que he aprendido.
Escritura tomada de la Versión Reina-Valera 1960 © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988.