Cuando “lo mejor es enemigo de lo bueno”
Una nueva perspectiva de una vieja frase.
Siempre he tenido un gran interés en ayudar a otros. Los días en los que puedo hacer algo extra para que la vida de alguien sea un poco más fácil son los mejores y más memorables para mí.
Sin embargo, hace poco escuché un dicho en la iglesia. La persona que hablaba citó a Voltaire, y dijo: “lo mejor es enemigo de lo bueno”. Esta frase realmente me hizo pausar un momento y pensar. ¿Qué significa esto para mí?
¿Qué es “lo mejor”?
¿Qué es “lo mejor”? Lo mejor como un discípulo de Cristo, es nada menos que lo que Pablo escribió a los Romanos: que seamos hechos conformes a la imagen de Su Hijo; es ser transformado completamente. Es ser participantes de la naturaleza divina. (Romanos 8:29; 2 Pedro 1:4). En Isaías 64:6 dice que “toda nuestra justicia es como un trapo de inmundicia”, y es verdad, especialmente cuando las comparo con lo que realmente es la naturaleza divina. Cuando me propongo hacer el bien aun si tengo las mejores intenciones, puede parecer desalentador ver la diferencia entre lo divino y lo humano.
Y la razón es porque, sin lugar a duda, yo he experimentado momentos en los que me he esforzado al máximo para ayudar a alguien, pero no resultó como yo esperaba ni ayudó tanto como quería. De hecho, en muchas ocasiones cuando me propongo hacer algo bueno, después cuando reflexiono sobre ello, veo cómo podría haberlo hecho mucho mejor.
Entonces, ¿por qué no es “lo suficientemente bueno” hacer lo que mejor que puedo, si tengo las mejores intenciones? ¿Será que es verdad, como se dijo antes, que realmente lo mejor es enemigo de lo “bueno”?
¿Qué es “lo bueno”?
Lo “bueno” es todo mi deseo humano de querer hacer lo bueno y de ser amable y bondadoso con los demás. Y si tengo un interés genuino en ello, puedo hacer mucho bien a los otros. Incluso, muchas personas dedican su vida a ayudar a los demás y a ofrecer lo mejor que tienen. Y estos actos de bondad son muy necesarios.
Sin embargo, esta bondad humana también involucra mis sentimientos, razonamiento y mi muy limitada perspectiva de las situaciones. La verdad es que como seres humanos solo tenemos una visión horizontal de las situaciones. No podemos ver dentro de los pensamientos y corazones de la gente, y ciertamente tampoco podemos ver en el futuro de la manera en que Dios lo ve. Con estas limitaciones, nuestro deseo de hacer lo bueno puede quedarse corto y no siempre tener el efecto que esperamos. Y además de eso, también nos encontramos con nuestra propia impaciencia, dureza, egoísmo y muchas otras cosas que limitan nuestra "bondad".
Esto se debe a que como seres humanos también tenemos una naturaleza pecaminosa, y por lo tanto en medio de hacer las cosas buenas que hacemos, si somos honestos, encontramos cómo nuestro propio pecado nos impide "lo mejor". Tal vez tengo miedo de hacer lo que sé que es correcto porque me preocupa lo que otros podrían decir. O encuentro que en todo lo que hago, desearía recibir un pequeño honor o reconocimiento por mis esfuerzos, o también descubro que me impaciento con los demás, aunque sólo sea en mis pensamientos.
Aprendiendo a hacer “lo mejor”
¿Acaso esto significa que todos deberíamos dejar de hacer el bien porque no es "lo mejor"? Por supuesto que no. Es cuando entiendo que con mis propias fuerzas no puedo hacer nada bueno, nada sin que el pecado esté presente, que con la ayuda de Dios puedo aprender a hacer "lo mejor".
Pablo escribe en Romanos 7:19: “Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago”. Pablo era irreprensible según la ley judía, pero cuando se encontró con Jesús en el camino a Damasco se dio cuenta que su cuerpo de pecado se interponía en el trayecto. A pesar de que se esforzó al máximo, no pudo hacer nada realmente bueno. Se dio cuenta de que mientras hiciera obras en su propia fuerza, no podrían tener el mejor resultado, y que si seguía confiando en sí mismo, entonces el bien que hacía era, precisamente, el enemigo de lo mejor. Es por eso, que su testimonio era que todo en él — su propia voluntad, el razonamiento, los sentimientos, el ego y sus obras — estaba "crucificado con Cristo". Ya no era él quien vivía, sino que Cristo vivía en él. (Gálatas 2:20.) Y esa era la única manera de hacer las cosas "de la mejor" manera.
Esto significa que cuando encontró el pecado interno que le impedía hacer "lo mejor", lo llevó a la muerte por medio del poder del Espíritu y sacrificó todo lo que era de él mismo. En otras palabras, venció sobre la tentación a través del poder del Espíritu Santo, tan pronto como se dio cuenta de que había algo que no era bueno. Y fue por medio de llevar ese deseo pecaminoso a la muerte, que ya no eran realmente sus obras lo que hacía, ¡sino que la vida de Cristo salía de él! (Lee Romanos 7 y Filipenses 3).
De esta manera, la ayuda que brindamos a los demás no viene de mi propia “sabiduría” humana, ni de mis opiniones o razonamiento, sino que es dirigida por el Espíritu. A veces, puede parecer que esto va en contra de los estándares humanos, pero cuando hago lo que el Espíritu habla en mi corazón, llego a ver que trae resultados que me traen consigo paz y reposo.
Un camino perfecto
Jesús dejó muchos ejemplos de “lo mejor”. Su testimonio era que no podía hacer nada por sí mismo, pero lo que vio hacer al Padre, eso es lo que practicaba. (Juan 5:19). Jesús vio que con un entendimiento humano no podía lograr hacer nada bueno. Él confió completamente en la dirección de Su Padre, y por eso fue capaz de actuar en cada situación de la mejor manera, incluso a pesar de que no siempre tenía sentido para los que le rodeaban.
También podemos ver el ejemplo de María de elegir lo “mejor”. Martha estaba muy ocupada sirviendo a sus invitados, lo cual es ciertamente algo bueno. Sin embargo, Marta estaba tan preocupada, intentando con tanta fuerza dar una buena impresión, que no se dio cuenta de que en ese momento lo "mejor" era escuchar las palabras de vida de Jesús como lo hacía María. María comprendió que necesitaba estar cerca de Jesús y aprovechar la oportunidad de escuchar Sus palabras. (Lucas 10:38-42).
De igual manera, si yo tengo un deseo de hacer lo mejor, entonces Dios está dispuesto a ayudarme para que salga completamente de mi propia fuerza. Él quiere mostrarme no solo un mejor camino, sino un camino perfecto, para que el bien que haga sea el mejor. Su principal interés es que me libere del pecado que mora en mi carne y así sea conformado a la imagen del Hijo. De esta forma la vida de Jesús comenzará a manifestarse en mis acciones, palabras y hechos. Entonces soy una bendición para los demás porque solo sirvo a Dios y mis obras son perfectas según Su voluntad.
Escritura tomada de la Versión Reina-Valera 1960 © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988.