¡Cuán grande bosque enciende un pequeño fuego!
¿Edifican nuestras palabras lazos de amor, o los destruyen?
Nos encanta conocer y compartir chismes y secretos. Entre más escandalosos, más divertido compartirlos. A menudo olvidamos detenernos para considerar si son ciertos o no. Ajustamos o bien añadimos más detalles, exageramos aquí y allá, para obtener la mejor reacción. Nos convertimos en mentirosos de la peor clase. Queremos conocer las controversias y dar nuestra opinión. Somos atraídos por los conflictos. Queremos ver peleas.
«Mirad también las naves; aunque tan grandes, y llevadas de impetuosos vientos, son gobernadas con un muy pequeño timón por donde el que las gobierna quiere. Así también la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. He aquí !cuán grande bosque enciende un pequeño fuego!» (Santiago 3,4-5)
Palabras que se propagan como cáncer
Muchas personas no toman los chismes y las murmuraciones con seriedad. Rápidamente reconocemos que robar, airarse y los celos son pecados, pero a menudo no pensamos que los chismes y las murmuraciones también son pecados.
«Más evita profanas y vanas palabrerías, porque conducirán más y más a la impiedad. Y su palabra carcomerá como gangrena [cáncer].» (2 Timoteo 2, 16-17). Las murmuraciones pueden ser tan naturales para nosotros que pasan a ser algo que hacemos sin pensar. Una simple conversación se convierte en una oportunidad para quejarse o hablar mal de alguien. Quizás tenemos prejuicios contra alguien, y en secreto queremos que otros compartan estos prejuicios, de modo que entrelazamos nuestras opiniones en una conversación para concebir que los demás estén de acuerdo, «Oh, sí, él realmente es así,» o bien «¡Es tremendo cómo ella se sales con las suyas!». Cuando murmuramos, instamos también a los demás a que murmuren.
Los resultados de la murmuración son terribles: división, peleas, sospechas. Satanás está ocupado en dividir. Ama cada oportunidad que tiene para romper la hermandad y la unidad. Es increíble lo que puede destruir el chisme y la murmuración. «El hombre perverso levanta contienda, y el chismoso aparta a los mejores amigos.» (Proverbios 16,28)
El sabor de la murmuración queda suspendido en el aire. Después de un tiempo, un pequeño problema se convierte en un gran problema que produce separación entre los hermanos. Allí donde una vez hubo una fuente limpia y pura, se ha agitado de tal modo que se ha vuelto un agua oscura y turbia.
«… el chismoso aparta a los mejores amigos.» (Proverbios 16,28)
Crecer en el amor mutuo
«Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.» (Efesios 4,32)
Para ser libres de los chismes y la murmuración debemos primeramente crecer en el amor. ¿Edifican nuestras palabras lazos de amor, o bien los destruyen?
Está escrito en Mateo 12,34: «¡Generación de víboras! ¿Cómo podéis hablar lo bueno, siendo malos? Porque de la abundancia del corazón habla la boca.» Si nuestra boca es rápida para hablar mal de los demás, ¿qué dice esto sobre nuestro corazón? ¿Cuánto amor tenemos realmente, si estamos tan ansiosos de hablar sobre los demás a sus espaldas?
Cuando tenemos un amor sincero por los demás, simplemente no es posible murmurar contra ellos. Todas las quejas y acusaciones contra ellos desaparecen. Está escrito sobre el amor en 1 Corintios 13, 4-7: «El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.» ¡Si este es el amor que tenemos para los que nos rodean, entonces sólo la idea de hablar contra ellos en secreto nos parece algo terrible!
Necesitamos orar a Dios de modo que podamos crecer en el amor y mostrar bondad y amabilidad hacia los demás. Si creemos que alguien está haciendo algo mal, podemos orar por tal persona y Dios nos mostrará cómo podemos ayudarle. Quizás podamos pedirle a esa persona una aclaración en el espíritu del amor, en lugar de enturbiar las aguas con la murmuración. Es casi imposible albergar malos pensamientos o murmuraciones contra alguien por quien oramos. Debemos enfocarnos en las cosas positivas y ser activos en la oración por los demás. Al compartir este amor podemos contribuir en traer paz y reposo.
¿Has escuchado un rumor o una historia sobre otra persona? ¡Simplemente deja que ésta muera contigo! «Sin leña se apaga el fuego, y donde no hay chismoso, cesa la contienda.» (Proverbios 26,20) Si rápidamente aceptamos todo lo que nos dicen como algo cierto, entonces demostramos lo cerca que esta de nosotros el chisme y la murmuración. Solamente dejar correr la idea en nuestra mente es el primer paso en el camino hacia la división y las peleas. La mentira se expande como fuego en hierba seca.
Una postura firme contra la murmuración
¿Qué vamos a hacer si otros a nuestro alrededor comienzan a murmurar? Quizás somos invitados a participar en una conversación donde están hablan mal sobre otro. «¿Te enteraste de lo que hizo?»
Si permitimos que esto continúe, somos tan culpables como los que lo empezaron. No podemos ser parte de los chismes y murmuraciones para ser «amigables» o bien «seguir el grupo» ¿Tenemos la voluntad para luchar contra esto? ¿Queremos terminar con la murmuración? No podemos permitir que estos pensamientos y acciones vivan cuando sabemos que tienen que morir.
La gente a menudo se defiende diciendo que sus murmuraciones son ciertas. ¡Esto no es una defensa! «Por lo cual eres inexcusable, oh hombre, quienquiera que seas tú que juzgas; pues en lo que juzgas a otro, te condenas a ti mismo; porque tú que juzgas haces lo mismo.» (Romanos 2,1) Aunque cada palabra fuese cierta, ¡debemos recordar que la murmuración en sí misma es maldad! Si escuchamos y aceptamos la murmuración, entonces compartimos la culpa. ¡Tenemos que negarle rotundamente la oportunidad a un calumniador de seguir diciendo una palabra!
Consolaos y edificaos mutuamente
«Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes.» (Efesios 4,29)
Nuestra boca se puede utilizar para hacer muchas cosas buenas, para bendecir y exaltar a los demás, o bien para hacer mucho mal, chismeando y murmurando de los demás. «De una misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así.» (Santiago 3,10) Cuando luchamos contra la murmuración podemos ser un ejemplo para los demás. Podemos emitir un espíritu tan fuerte contra el chisme y la murmuración que la gente sabrá que simplemente es inaceptable.
Debemos estar siempre atentos, de modo que podamos ser uno que edifica la unidad con nuestras palabras, en lugar de uno que destruye. «El que ama a su hermano, permanece en la luz, y en él no hay tropiezo.» (1 Juan 2,10)
Escritura tomada de la Versión Reina-Valera 1960 © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988.