¿Cuál es la paz que Jesús da?
En todas nuestras circunstancias y en todo tipo de tribulaciones, el objetivo final es tener reposo y paz. ¿Cómo conseguimos tener este tipo de paz?
“La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo.” Juan 14:27. Jesús dio estas palabras a sus discípulos en su mensaje de despedida, y cuán reconfortados ellos estaban al escucharlo. Él no les dio la paz que da el mundo, por ello debemos estar extremadamente contentos.
El motivo de la paz estará siempre anclado a algo. La paz que el mundo da es momentánea e inestable, ya que depende totalmente de otras personas y cosas terrenales.
Este tipo de paz está presente cuando todo va bien, cuando las personas hablan bien de ti y recibes halagos, honor y las cosas andan sin problemas. Muchas personas han experimentado que esa paz es extremadamente voluble; sin embargo, la mayoría de ellas aspiran alcanzarla. Por un momento todo puede parecer tan agradable y digno de elogio, y en otro momento es todo lo contrario.
La paz que Jesús da
El Maestro sabía todo esto, y por tal motivo vino a ofrecernos algo mucho mejor; Él vino con la paz de Dios, ¡una paz que está presente en todas las circunstancias! Es una paz con características totalmente diferentes. Es firme y estable y no está atada a las personas ni a este mundo. Esta paz se encuentra anclada dentro del velo, es decir, en el reino celestial.
Por naturaleza, todos nosotros somos hijos de Set (Números 24:17) No conocemos el camino de la paz. (Romanos 3:17) Pero entonces, ¿cómo llegamos a obtener esta paz? no es algo que recibimos automáticamente. Esta paz forma cada vez más parte de nuestra vida solo cuando prestamos atención a los mandamientos de Dios – Su Palabra. “El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él.” Juan 14:23. Lo único que puede haber en tu corazón y mente con el Padre y el Hijo es paz. (Apocalipsis 3:20).
“¡Oh, si hubieras atendido a mis mandamientos! Fuera entonces tu paz como un río, y tu justicia como las ondas del mar.” Isaías 48:18. “Mucha paz tienen los que aman tu ley, y no hay para ellos tropiezo.” Salmos 119:165.
Esta paz está llena de fe, reposo, seguridad y poder. Pablo la tenía, y a pesar de que sufrió mucho, fue perseguido, despreciado, deshonrado, injuriado, maltratado, etc… soportó las muchas tribulaciones. Estaba tan firme que escribió a los Romanos en el capítulo 8:38-39: “Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.”
Él sabía a donde lo conducían todas sus tribulaciones. Nosotros somos salvos precisamente a través de sufrimientos, no sin ellos. ¡En las tribulaciones aprendemos a conocernos a nosotros, a Dios, a nuestra debilidad humana y a el poder de Dios! Uno podría pensar que, si no tuviera tantas diferentes tribulaciones tendría paz, pero eso no funciona así. La meta final es tener reposo y paz en todas las circunstancias, en todo tipo de tribulaciones; es así como el Maestro y los apóstoles vivieron. Todo aquel que desea vivir una vida temerosa de Dios tendrá que pasar por lo mismo.
“Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo.” Juan 16:33. ¡Qué extraordinario! ¡Vencer al mundo y todo lo que que hay en él! ¡Qué triunfo! ¡Este camino también es para nosotros! (1 Juan 5:4).
Alcanzando la paz de Dios
Existe mucha intranquilidad en nuestra naturaleza humana, así como egoísmo, arrogancia, impaciencia, ira, enojo, impiedad, etc. Sentimos que estas cosas quieren imponerse cuando llegamos a las tribulaciones. Nos inquietamos, y como resultado, no participamos de la paz de Dios en nuestras circunstancias. Pero cuando, por la gracia y el poder de Dios, luchamos la buena batalla de la fe hasta obtener la victoria, recibimos paz en nuestro alrededor y en nuestro interior. Piensa cuan bueno es cuando esto sucede en nuestra vida y en las situaciones que vivimos.
“No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal.” (Romanos 12:21) Si hacemos esto recibiremos paz; pero si hacemos lo opuesto, como la mayoría de nosotros hemos experimentado, el resultado será intranquilidad y no solo alrededor de nosotros sino también en nosotros. No obstante, aquellos que vencen el mal con el bien, gradualmente aprenden a conocer mucho mejor el camino de la paz. ¡Cuán maravilloso es esto! ¡Qué la paz de Dios sea nuestro anhelo!
Este artículo ha sido traducido del noruego y publicado por primera vez con el título "No como el mundo la da" en el periódico de BCC "Skjulte Skatter" ("Tesoros Escondidos") en junio/julio de 2019.
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Escritura tomada de la Versión Reina-Valera 1960 © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988.