¿Cómo puedo encontrar tiempo para Dios cuando la vida está tan ocupada?

¿Cómo puedo encontrar tiempo para Dios cuando la vida está tan ocupada?

¿Pueden mis metas e intereses en este mundo formar parte de mi vida con Dios?

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“Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.” Mateo 6:21. Es muy importante saber en dónde está “mi tesoro.” Si no permanezco atento a mi llamado, mi enfoque puede desviarse de atrás para adelante y “mi tesoro” llega a estar firmemente fijo en las cosas de este mundo. 

Siempre hay tiempo para hacer las cosas que más me interesan, y si soy honesto conmigo mismo y pienso en dónde ha estado mi interés estos últimos días, semanas o meses, podré ver qué cosa he priorizado y valorado más. 

Todo lo que hago debe ser hecho ante el rostro de Dios. Mis preocupaciones e intereses diarios pueden rápidamente volverse la razón por la cual me distraigo constantemente de aquello que realmente importa. Esto acapara todo mi tiempo y rompe la conexión que tengo con el Espíritu Santo. Mi escuela, mi carrera u otras situaciones de la vida pueden ser cosas que disfruto, o simplemente una necesidad, pero sea lo que sea, lo más importante es tener una conexión con Dios; Él debe ser parte de todo lo que hago. 

“Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.” Mateo 6:33. Si estudiar mi carrera o el hacer mis trabajos de la escuela evitan que mantenga mi relación con Dios, significa que estoy más preocupado con las cosas del mundo. Cuando tengo un corazón dividido, me encuentro demasiado ocupado para siquiera considerar a dónde quiere guiarme el Espíritu Santo. 

Soy llamado a estar en el mundo, pero no ser parte de él. (Juan 15:19; Juan 17:14-19) Aunque puedo disfrutar e interesarme en las cosas que me rodean, siempre debo permanecer y tener en cuenta mi llamado celestial. Cuando reconozco que esto es lo único que importa en mi vida, recibo un interés honesto y genuino en las cosas que son de Dios. 

Una voz apacible y delicada 

1 Reyes 19: 11-12 describe nuestra guía celestial como un “silbo apacible y delicado.” Hay muchas distracciones en la sociedad de hoy que pueden alejarme de mi vida con Dios. Como el sonido de un set de televisión, estas distracciones pueden alejar esta delicada y apacible voz, llevándome de un lado a otro hasta que mi atención se vaya y me enfoque solamente en las cosas mundanas en lugar de las cosas divinas. No puedo hacer la voluntad de Dios si no puedo escuchar Su voz. 

Solamente bebiendo diariamente del espíritu vivo que encuentro en la Palabra de Dios se me dará un oído para escuchar y una armadura para luchar contra los engaños del diablo. “Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar.” 1 Pedro 5:8. Cuando estoy inmerso en mis propios intereses y constantemente preocupado con mi rutina diaria, dejando de lado a Dios, entonces no estoy preparado para la batalla espiritual, y voy a encontrar a menudo que estoy desarmado cuando llegan las tentaciones. 

Fiel en las pequeñas situaciones 

Es en las situaciones diarias en las cuales soy tentado a pecar. Cada día está lleno de oportunidades para vencer mi propia voluntad. En mi trabajo o en la escuela puedo ser tentado a frustrarme, enojarme o murmurar. Puede que esté “demasiado ocupado” para trabajar con mi conexión personal con Dios, pero cuando me encuentro en estas situaciones, es exactamente lo que necesito en mi día para vencer. 

Solo renunciando a mi propia vida puedo llegar a la paz. Estas pequeñas circunstancias del día a día pueden no parecer mucho, pero permanecer fiel en estas pruebas juegan un papel importante en mi vida espiritual. (Lucas 16:10) El crecimiento espiritual solo viene a través de la lucha diaria cuando me esfuerzo por mi llamado y doy muerte aquello que reconozco como pecado en cada oportunidad. Lejos de ser simplemente una “prioridad”, una vida con Dios abarca todos los aspectos de mi vida. 

De esta forma, servir y amar a Dios se vuelve algo tan natural como respirar: No puedo ponerlo en espera e ir detrás de mis otros intereses. Dios es la verdadera razón de mi vida, la fuerza motriz detrás de mis acciones y actitudes, sin importar lo que esté haciendo. Si vivo de esta manera, en lugar de que leer la Palabra, orar, buscar la comunión con aquellos que tienen el mismo sentir sea un deber, se convierte en mi tesoro, mi mayor gozo e interés. Además, escuchar ese “silbo apacible y delicado” se vuelve una parte de todas mis actividades. Nunca estaré “demasiado ocupado” para Dios; mi vida es vivir para Él. 

Escritura tomada de la Versión Reina-Valera 1960 © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988.