Buscad primeramente el reino de Dios: ¡Aprendiendo cómo hacer esto en mi PROPIA vida!
Como madre tan ocupada, estaba tratando de hacer todo bien, pero no fue hasta que realmente me aferré a este versículo que todo se volvió claro para mí.
Soy madre de tres hijos muy activos y un bebé.
Un día, mientras estaba en el fregadero en la cocina lavando trastes las lágrimas comenzaron a correr sobre mi rostro. En ese momento estaba pensando que si alguien volvía a decirme que los niños son una bendición, le diría abiertamente que no estoy de acuerdo. Comencé a pensar en cómo Jesús vino a la tierra para liberarme. Sin embargo, no me sentía libre; todo me parecía pesado y oscuro.
¿Dónde estaba la sabiduría?
De una manera, estaba segura de que todo lo que hacía lo estaba haciendo bien. Oraba por las mañanas, y durante el día estaba en constante conversación con Jesús, pidiéndole que me diera sabiduría para que hubiera paz en nuestro hogar y que yo fuera una madre buena y feliz. Traté de hacer todo lo posible. Probé darle recompensas a los niños para animarles a comportarse bien e hice un buen sistema para hacer las tareas domésticas más rápido, y así poder pasar más tiempo con ellos. Esta idea funcionaba durante un tiempo, pero era difícil de mantener y luego todo volvía a desmoronarse.
Por las mañanas me levantaba pensando en lo horrible que iba a ser el día. Me la pasaba regañando a los niños mañana, tarde y noche; los platos se acumulaban, el bebé se la pasaba gritando y tres niños se la pasaban haciendo estragos. No podía simplemente renunciar a todo. ¿Pero acaso Dios quería que tuviera una casa sucia y unos niños irrespetuosos haciendo lo que les diera la gana, y al mismo tiempo me daría paz? ¿Qué significa renunciar a todo?
Cuanto más pedía por sabiduría, más sentía que no recibía nada de Dios. Intentaba mantener la calma y ser positiva, pidiendo sabiduría para resolver las peleas entre los niños y apaciguar a un bebé que lloraba, pero al final todos eran infelices, sobre todo yo.
Lo que realmente necesitaba para ser libre
Un día me senté a tomar una taza de café después de acostar a los niños. Había sido otro día difícil y estaba a punto de llorar, cuando el bebé se despertó llorando. Ya estaba harta. Me acerqué a su cama con el corazón abatido, pensando que no podía seguir así ni un día más. Levanté la vista y le pedí a Dios que me liberara de todo lo que me ataba. ¿No es esa la razón por la que Jesús vino a la tierra, para liberarme de todo lo que es tan pesado? De repente me di cuenta de algo. Le dije a Dios que no tenía que darme sabiduría sobre cómo hacer que el bebé entrara en una buena rutina o cómo disciplinar a mis hijos, todo lo que quería era ser liberada de mi propia carne y de toda mi intranquilidad. De pronto, un versículo vino a mi mente: "Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas." Mateo 6:33.
Al principio, no le di mucha importancia al versículo, ya que no buscaba algo en esta vida: más riquezas terrenales, honor o cualquier cosa que el mundo pudiera ofrecer. Me contentaba con ser una ama de casa. Intenté dejar de lado el versículo, pensando que no era relevante en mis circunstancias, pero algo en mí hizo que se quedara grabado.
A la mañana siguiente estaba sentada de nuevo con un bebé infeliz, tratando de que se durmiera, cuando mi hijo mayor entró en la habitación llorando porque se había hecho daño y, al mismo tiempo, mi hija me tiraba del pelo exigiendo un bocadillo. En ese instante, ¡algo se volvió muy claro!: "Busca primeramente Su reino..." Me imaginé a Jesús de pie frente a mí mientras le preguntaba cuál era Su voluntad para mí en ese momento. Y fue como si pudiera oír claramente su voz diciendo: "Mi voluntad para ti no es calmar este caos. Mi voluntad es que luches contra los sentimientos de impaciencia que provienen de tu carne y que no cedas a los sentimientos de pánico y desesperación."
Y eso es justamente lo que hice. Luché contra todos esos sentimientos que venían de mi carne, y Dios añadió todo lo demás. Fue como si toda la situación se desactivara y se resolviera y todo estuviera tranquilo y en paz. Un sentimiento cálido inundó mi corazón. Había buscado primero el reino de Dios y su justicia y por eso Él cumplió su promesa y añadió todo lo que yo no podía controlar.
Venciendo la raíz del problema
La intención de Dios no es que me limite a aceptar el caos que me rodea y a vivir en una casa desordenada con hijos irrespetuosos y desobedientes. Él está ahí con sabiduría y ayuda, y yo creo firmemente que está creando algo nuevo en mí al revelar el pecado en mi carne en cada situación, para que pueda vencerlo.
Cuanto más lucho con todas mis fuerzas pidiéndole a Dios que me revele cuáles son mis verdaderos enemigos en las circunstancias, y asimismo oro para tener un odio más profundo contra la ingratitud, el buscar honra, la ansiedad, la ira, el descontento, el culpar a los demás y todas las cosas que se revela en mi carne, tanto más se asegura Él de que todo lo que debo de hacer en el día, se haga. De esta manera, Su sabiduría empieza a fluir y me enseña cómo tratar a los niños y de este modo se crea una atmósfera bendecida y llena de paz.
En lugar de tratar de controlar mis situaciones para que a mí me convengan, he aprendido a vencer la raíz del problema: el pecado en mi propia carne. Una vez que aprendí a librar esta batalla, ¡todo lo demás también comenzó a ir bien!
Escritura tomada de la Versión Reina-Valera 1960 © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988.