Aprender a humillarme
Cuando los desafíos están a la puerta, a menudo se manifiestan reacciones inesperadas en mí.
Martin es un joven en el programa internacional de desarrollo de BCC. Ahí trabaja y vive junto a muchos otros jóvenes cristianos de su misma edad. Dado esta condición los desafíos están a la cola, así como aquellas reacciones inesperadas en uno mismo.
Es una gris y húmeda tarde. Ha dejado de llover, pero el suelo sigue mojado. Casi no hay viento y se perfila para ser una noche tranquila. Voy camino a la cena. El día de trabajo ya terminó, y se hizo lo mejor posible de acuerdo a los estándares que se esperan de nosotros como trabajadores.
Reflexiono una vez más sobre el buen desempeño a pesar del clima. Ha ido bien. El día fue en realidad muy bueno, sólo desearía que mis colegas fueran más empeñosos. ¡Por mi parte lo he hecho bien! Soy uno de los pocos que tiene un título, y tengo buenas habilidades de liderazgo. Si sólo hubieran hecho las cosas como se las pedí a la primera; porque se pierde mucho tiempo. Si sólo se humillaran un poco más. Cobro ánimo mientras comienzo a subir los primeros peldaños de la escalera hacia el comedor.
No necesito una reunión de oración
La cena termina y me dirijo hacia nuestra casa para ducharme y hacer los últimos preparativos antes de anochecer. Hay Estudio Bíblico. Sólo espero que no tengan una reunión de oración después. Algunos me dicen que justamente habrá reunión de oración. Sé que tengo que orar, pero lo hago mejor solo. Puedo orar por cuenta propia después del Estudio Bíblico.
¿No necesito orar con los demás? ¿O sí?
Son las siete y el Estudio Bíblico comienza. Hay sólo un pensamiento en mi cabeza: que los chicos no tengan reunión de oración. Simplemente puedo ir directo a la cama y orar por cuenta propia después. ¿No necesito orar con los demás? ¿O sí? Ni siquiera es seguro que después tengamos una reunión de oración. Eso espero.
El profesor agradece. Ahora tengo que sólo esperar un poco más de las diez. Me llega el aviso entonces que las reuniones de oraciones por lo general vienen.
¡Pling! No. Aviso. Y son las diez y cuarto. Esto solamente puede significar – sí, la reunión de oración a las diez y media. ¿Puede ser posible? Sí, sí, casi me conviene participar de lo contrario igualmente me lo contarán después. Sin embargo en lo más profundo de mi corazón sé que quizás sería bueno humillarme delante de mis colegas y amigos. Y delante de Dios.
La reunión de oración
Me alejo. No pienso en nada particular, todo susurra y da vueltas en mi cabeza. No pienso en nada, y al mismo tiempo en todo. Todo lo que los demás hacen simplemente está mal. Me desplazo por la sala de estar, y me siento en un sofá de cuero allí. Mi apariencia no se ve tan mal. Sonrío y estoy satisfecho, pero vacío y fatigado interiormente.
Nos levantamos y comenzamos con una canción. Puedo cantar bien afinado, digo en mi interior, así que canto de todo corazón. También el joven a mi lado. Pero canta en su propio idioma. Siento nuevamente como algo comienza a hervir. A ebullecer. Mi vista se pasea entre el cancionero y él. Mi temperatura sube y comienzo a irritarme. ¿Por qué por todos los cielos no puede cantar en el mismo idioma como los demás? ¡Mejor que se callara en silencio! No digo obviamente nada, pero no puedo mantener la concentración. Paro de cantar.
Entonces llega como un relámpago. ¿Qué es lo que hago? ¿Quién creo que soy? Estoy lejos de ser tan bueno y perfecto como quiero ser, ¡todo lo que se manifiesta en mí es repugnante! Lleno de maldad, moho y con olor a pudrición que emana de cada situación donde no estoy concentrado y enfocado. Hasta en la más pequeña situación encuentro una razón para juzgar a los demás, alzarme por encima, o bien tirar a mis compañeros por el lodo.
Me siento juzgado
La canción termina. Seguimos todos de pié. Me siento juzgado. Quebrantado. ¿Realmente va tan mal conmigo? ¿Está en mí juzgar a mis mejores amigos? ¿Es tan importante para mí significar algo o ser alguien? ¿Por quién doy mi vida? ¿Por mí mismo? Esto no da para más. Las lágrimas corren por mi cara. ¡Debo orar!
Necesito ayuda.
Doy un paso al frente y me paro en el centro. Hay completo silencio. Ahora se supone que debo decir por qué quiero oración, pero no puedo hacer un sonido. Estoy llorando. Las lágrimas corren por mis mejillas. Por el contrario mi rostro tan orgulloso está enterrado entre mis manos y toda grandeza se derrumba por la humillación de estar frente a 40 chicos y llorar. Abro mi boca y trato de decir algo, pero lo único que digo es: «¡Necesito ayuda!» El resto simplemente desaparece. Perdido en la oración de estos 40 hermanos fieles alrededor mío en ese momento – oran por mí con toda su fuerza de que habrá éxito. ¡Yo también oro!
Pido ser libre de juzgar a todos con quienes comparto, libre de pensamientos de grandeza sobre mí mismo, libre de hacer las cosas frente a los hombres y hacer caso a lo que los demás piensan y dicen, y realmente entrar en el servicio por el Espíritu Santo cada día. Sólo así podré cumplir todas mis tareas de todo corazón así como le corresponde a los discípulos y como está escrito en Colosenses 3,23 «Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres.» ¡Esto contempla todo lo que hacemos! Todo lo que decimos, pensamos, y realizamos. Todo tiene que ser como para el Señor y no para los hombres.
¡La fe nació!
Las voces a mí alrededor se atenúan. Las manos descienden. Seco mis lágrimas y me ubico nuevamente en mi lugar. Siento una paz inexpresable en el corazón. ¡Un sentir sincero de servir y utilizar hasta la más pequeña situación! ¡Hasta el más pequeño pensamiento ahora tendrá resistencia! ¡Desde ahora la guerra ha comenzado en serio! ¡La fe realmente ha nacido en mi corazón!
Pero, ¿cómo lucho contra mí mismo? Para mí se requiere un enfoque completo cada día. A través de cada situación debo orar a Dios por ayuda y poder – no solamente en aquellas situaciones que claramente son mayores, sino también en aquellas situaciones aparentemente insignificantes. Aquellas situaciones que vienen cuando el tornillo no quiere entrar, cuando el martillo golpea el helado pulgar con toda su fuerza, y cuando la comunicación no funciona en forma óptima. ¿Son situaciones insignificantes? ¡Lejos, lejos de eso! Lucas 16,10: «El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel; y el que en lo muy poco es injusto, también en lo más es injusto.»
¡Gracias, Dios, por darme gracia para ordenar mi vida y vencer! Abro la Biblia y leo. Es como un libro nuevo. Es verdad que la he tenido unos tres cuatro años y leído en forma constante, sin embargo jamás había sido tan viva como ahora. Algo absolutamente nació esa noche. ¡Desde ahora pongo resistencia – he recibido nuevos ojos! ¡Puedo ver! ¡Tengo fe en la victoria!
Escritura tomada de la Versión Reina-Valera 1960 © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988.