Lo que debes recordar cuando crees tener la razón

Lo que debes recordar cuando crees tener la razón

¿De dónde se originan tus “opiniones”? ¿Qué es lo que forma tus puntos de vista?

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En el transcurso de un día normal la mayoría de la gente se encuentra con varias situaciones en donde tienen que formar una opinión y expresar o defender un punto de vista. Puede haber ocasiones en donde la gente tiene una opinión totalmente diferente a la mía, y eso puede generar muchos conflictos.

Como Cristiano también tengo que formar y expresar opiniones en el transcurso del día, pero ¿Qué debo de tomar en cuenta en cada una de estas situaciones?

Afirmando mis propias opiniones

Muchas veces pienso en el versículo en Santiago 1:20 “…porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios.” Afirmar mi propia opinión con ira y palabras agresivas, pueden destruir y causar toda clase de resultados negativos. Tal comportamiento puede llamar la atención de la gente de forma que escuchen lo que tengo que decir e incluso que estén de acuerdo conmigo. Pero menospreciar e insultar a los otros de esta forma no se parece en nada a la manera en la que Dios trata a la gente. La voluntad de Dios es que yo sea llenada de paciencia, bondad y amor hacia los demás, siempre, sin importar la situación.

Probablemente piensas que otras personas te van a “pisotear” y hacer a un lado si piensas de esta manera. Pero está escrito de cuando Jesús estaba en una de estas circunstancias “no respondía con maldición.” (1 Pedro 2:23). De hecho Él dió muy claramente un testimonio cuando estaba delante de Poncio Pilato, diciendo: “Ninguna autoridad tendrías contra mí, si no te fuese dada de arriba.” (Juan 19:11). Jesús en esta situación no estaba preocupado en expresar, explicar o dar su propia opinión; al contrario estaba ocupado en una sola cosa: hacer la voluntad de Dios en la tierra. Jesús confiaba tanto en su Padre celestial, que sabía que Él se iba a encargar de todo lo demás, independientemente de si los otros le entendieran o estuvieran de acuerdo con Él.

A Dios no le importa si tengo o no tengo razón. Y si tengo la razón ¿qué? Si no estoy creando vida y paz a mi alrededor, entonces no trabajo en el Espíritu. (Romanos 8:6). Dios está interesado en que yo haga morir el orgullo, la necedad, mi justicia humana y la inflexibilidad de mi naturaleza, en lugar de practicar todo esto puedo escuchar a los otros, mostrarles amor, cuidado verdadero y así seguir trabajando para hacer el bien de manera prudente, buena y pacífica. Dios quiere que mi ego mengüe para que la vida de Cristo pueda crecer en mí a un grado cada vez mayor. (Juan 3:30; 2 Corintios 4:10-11)

¿Qué es lo que me lleva a vida y paz?

Es fácil dejar que mi propia sabiduría humana y entendimiento salgan cuando algo está en contra de mí. Uno piensa: “Así no deberían ser las cosas, ellos realmente tienen que aprender a cambiar esto y lo otro.” En tal situación necesito orar a Dios para ver la dureza y necedad en mí, y orar para que de mí se manifieste paz y bondad. La sabiduría y el razonamiento humano no llevan a vida y paz, pero la voluntad de Dios sí. (Hebreos 12:14; Romanos 12:18). También, puedo orar para que Dios me ayude a saber como expresar más paz y bondad hacia los demás, sin que haya necedad o amargura en mí.

El camino por el que cual anduvo Jesús fue un “camino hacia abajo.” En lugar de estar procurando crear un buen nombre para sí mismo (promoviéndose o intentando que los demás  estén de acuerdo con Él), solamente estaba interesado en lo que Dios pensaba de Él. No intentó subir de prestigio ante los ojos de la gente, sino que se humilló a sí mismo bajo la poderosa mano de Dios. (1 Pedro 5:6). De Él leemos que era “manso y humilde de corazón.” (Mateo 11:29).

Por fortuna, si yo también estoy solamente ocupada en solo una cosa – la voluntad de Dios – ¡todo se vuelve tan fácil! Yo, puedo reaccionar en cada situación conforme a mi entendimiento de la Palabra de Dios, y mientras más lo haga, voy entendiendo más y más profundamente su Palabra y su voluntad. Si soy fiel en lo poco y obediente a lo que entiendo, entonces me lleno más y más de humildad, mansedumbre, paciencia, bondad y un de amor y cuidado por los otros. Estas virtudes empiezan a reemplazar el orgullo, la necedad y la inflexibilidad que moran en mi naturaleza, y al mismo tiempo experimento que soy cada vez más agradable a Él, a quién yo sigo.

Escritura tomada de la Versión Reina-Valera 1960 © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988.