Cada tentación es una oportunidad hecha a la medida para tomar una posición

Cada tentación es una oportunidad hecha a la medida para tomar una posición

¿Cómo utilizo estas oportunidades?

6 Min ·

Crecí con todas las oportunidades para vivir una vida cristiana. A menudo escuchaba sobre tener victoria sobre el pecado, y que no necesitaba ser un esclavo de los deseos que venían de mi carne. Pero a cambio, desperdicié la mayor parte de mi juventud.

No estaba despierto a mi llamamiento celestial porque confiaba en mí y mi propio entendimiento de lo que era correcto e incorrecto. En su mayor parte esto me ayudó a no cometer muchos errores, sin embargo no hubo ningún  progreso en mi lucha interior – la lucha en mi vida oculta contra los deseos y pasiones que moran en mí. No tenía absolutamente ningún poder sobre estas cosas. De hecho, las tentaciones eran algo que temía, porque tenían demasiado control sobre mí. Sentía que el pecado que vivía en mí era demasiado fuerte para vencerlo – que no tenía otra opción que ceder. Esto era algo tan fuerte que incluso me sentía físicamente impedido las veces que trataba de confrontar mis tentaciones.

Cuando pienso en todo esto ahora, sé que es sólo por la gracia de Dios que no me hundí en un mundo de miseria y sin contenido, porque sin duda era la pista en que estaba.

Atiende las cosas que hemos oído

«Por tanto, es necesario que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, no sea que nos deslicemos.» Hebreos 2,1. Esto era muy cierto en mi vida. El asunto era que no me había molestado en «atender con más diligencia». A pesar que tenía la respuesta de cómo podía liberarme del pecado que moraba en mí justo en frente de mí, era indiferente y petulante. El resultado fue que rápidamente me alejé de la vida que debía vivir. Había momentos en que me preguntaba por qué la Palabra de Dios nunca era clara y viva para mí, pero en mi corazón sabía también que nunca había reconocido correctamente la verdad acerca de mí mismo – que era un esclavo del pecado.

La fe es probada

Un gran punto de inflexión se produjo cuando finalmente comencé a entender que cada tentación es una oportunidad que tengo para ver y hacer morir mi propio pecado. Descubrí las palabras de Santiago 1,2-3 justo cuando las necesitaba:«Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia.»

Estas palabras hicieron que comenzara a entender que las tentaciones no necesitan tener poder sobre mí. En lugar de ello, cada tentación es una oportunidad hecha a la medida donde puedo ver mi carne exactamente como lo que es y negar los pensamientos que surgen de ella. Y cuando hago esto una y otra vez, comienzo a arrancar el pecado desde la raíz, de modo que un día puedo terminar completamente con el pecado.

Este mundo de engaño con sus pasiones y deseos comenzó a ser cada vez más claro para mí. Comencé a darme cuenta que los deleites temporales del pecado, que siempre habían parecido ser tan atractivos y atrayentes, no contenían absolutamente nada de valor. Pude darme cuenta que las cosas que mis tentaciones me hacían seguir eran completamente vacías.

Terminar con el «yo» y el «mí»

Pero incluso con esta nueva forma de pensar me tomó mucho tiempo empezar a ver que «yo» continuaba siendo un problema en mi vida: mis opiniones, mis deseos. Tenía que seguir erradicando el orgullo, la obstinación y confianza en mi propio razonamiento, cosas que estaban profundamente arraigadas en mí. Traté de tener victoria sobre el pecado con mi propia fuerza, tratando de hacer lo que creía que era lo mejor o lo que sentía que era lo correcto. Sin embargo, sólo fracasé una y otra vez y otra vez.

Cuando finalmente llegué al punto donde comencé a reconocer que no era posible con mis propias fuerzas, recibí revelación que tenía que confiar en Dios en todas las situaciones, y no sólo cuando era conveniente para mí. Sí, había reconocido que Dios tenía un lugar en mi vida y que había sentido dolor después de haber pecado, pero no había tomado una verdadera lucha de antemano. De todas formas no habría encajado – no habría sido una prioridad para mí prepararme para las situaciones diarias que sabía que vendrían. El resultado fue que cuando las tentaciones vinieron fui arrollado.

Una vida cristiana activa

Prueba tras prueba he aprendido el valor de usar la Palabra de Dios como un arma – un arma que tiene más poder que el que alguna vez podrían tener mis propios pensamientos y razonamiento. Puedo encontrar fuerza cada vez que abro mi Biblia, por ejemplo los versículos en 1 Corintios 10,13: «No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar.» A pesar que puedo ser atormentado por un torrente de tentaciones noche y día, jamás seré tentado más de lo que puedo resistir. ¡Esta es una promesa que he recibido!

Cuando soy fiel y vigilante ante Dios, entonces Dios me mantiene en guardia cuando mis tentaciones comienzan a despertarse dentro de mí. Una vida cristiana debe ser activa, no pasiva. No ayuda actuar como sorprendido cuando el diablo aparece como un león rugiente en mí vida diaria – sé que él viene, y es mi trabajo estar listo.

Desperdicié muchos años antes de tomar la decisión de querer terminar con el pecado que mora en mí. Pero cuando Satanás viene para recordarme sobre mi pasado, entonces puedo responderle hablándole sobre su futuro. Cada tentación que viene es una oportunidad para tomar una posición; una oportunidad para demostrar de qué lado estoy luchando. Si cada día voy hacia adelante y me armo con la Palabra de Dios para enfrentar las situaciones, sé que sucederá una transformación increíble en mi vida.

Escritura tomada de la Versión Reina-Valera 1960 © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988.